“Se trata pues de la reconquista general contra la ciudad renacentista, reconquista que adopta la ideología religiosa como única forma posible de cultura; que en respuesta al ideal “ciudadano” del nuevo príncipe maquiaveliano afirma el principado cosmiano y la teocracia de Felipe II. En el campo cultural, se trata de una reacción, no por ello menos vital, menos creadora desde el momento en que pretende afirmarse como nueva Weltanschaaung. La exclamación de Curzio Malaparte (“el barroco no es piedra, sino estuco beato y yeso santurrón”) no pasa de ser una divertida travesura del ingenio. Desde el punto de vista de la Geistesgeschichte, en cambio, es legítimo considerar al barroco como expresión de un compromiso religioso general, tanto de reforma luterana como de reforma católica, que tiende a la hegemonía, que se vuelca en una nueva creatividad y una nueva expresión artística. Como tal, y justamente porque se planteaba como una nueva fuerza hegemónica y era impulsado por la imposición intolerante del propio credo, esta corriente no pudo evitar el suscitar muchas oposiciones, algunas que se aferraban todavía a la cultura ciudadana precedente, y otras que se proyectaban decididamente adelante. La ortodoxia se impondrá tanto en Roma como en Ginebra o Dordrecht, pero en todas partes chocará con movimientos irénicos o abiertamente libertinos. El ateísmo será la respuesta más radical a la cultura hegemónica.”
Sergio Bertelli, Rebeldes, libertinos y ortodoxos en el Barroco, Península, Barcelona, 1984 (Firenze, 1973), p.11
“Nacía una nueva historiografía –o mejor, hagiografía- de cuño protestante, de coloratura barroca, que nada tenía que envidiar a la hagiografía contrarreformista contemporánea. Tanto es así que, a veces, cabe dudar si por casualidad los nuevos santos católicos no fueron una respuesta a la popularidad de los mártires y “santos” reformados. Con la única diferencia, pero de inmensa profundidad, de que estos últimos terminarían con la aparición no sólo de los “testimonios” de la verdadera fe, sino de los perseguidos y los rebeldes. Mientras que los santos y mártires católicos, por el contrario, fueron siempre modelos edificantes de una sociedad inmóvil, de la sumisión a una autoridad superior.”
Sergio Bertelli, Rebeldes, libertinos y ortodoxos en el Barroco, Península, Barcelona, 1984 (Firenze, 1973), p.51
“Tiraboschi, autor de una historia de la literatura italiana en 1781, había formulado injustas acusaciones contra los españoles, afirmando su innata tendencia a la corrupción que se habría probado doblemente: siendo no sólo los corruptores de la letras en el alto Imperio romano, sino los inventores del Barroco. Nadie, y menos nuestros autores, podía dejar de enfrentarse a tales infundios: aquellos viejos compatriotas, españoles y andaluces, habrían sido todo lo contrario: los que aportaron gentes que en la política y las artes buscaron inútilmente parar la corrupción con sus cualidades casi innatas, de la misma forma que el barroco había sido un producto italiano importado en España y no al revés”.
Fernando Wulff, Las esencias patrias. Historiografía e historia antigua en la construcción de la identidad española (siglos XVI-XX), Crítica, Barcelona, 2003, 80-81
Filed under: el (d)efecto barroco