Incógnitas… en la política cultural
por Fundación Rodríguez
El debate generado a partir de los últimos artículos publicados en este sitio nos lleva a poner en relación el significado de esa constelación de nombres, experiencias y prácticas que es la exposición “Incognitas” con el panorama de las políticas culturales de nuestro territorio.
La renuncia expresa a la subvención que se nos ha concedido a través de la “Convocatoria de subvenciones para el fomento y desarrollo de actividades en el área de Artes Plásticas y Visuales” que convoca el Gobierno Vasco, quiere tener un carácter crítico a la vez que pretende ser una nueva toma de posición desde la cual abordar dicho debate.
En muchas ocasiones la espiral del debate, la energía proyectada en el vívido intercambio de pareceres, lleva la discusión a un sumidero en el que todo desaparece, engullido por fuerzas que acaban escapando a nuestro control. Más de una vez hubiéramos querido que esa espiral rompiera la supremacía de ciertas dinámicas y tuviera la capacidad de empapar aquellos lugares de los que hablamos, convirtiendo así nuestras palabras en efecto beneficioso para nuestro propio hábitat.
En más de una ocasión hemos percibido que esta situación era posible, y que lo era incluso desde esta misma ventana en la red, pero a continuación hemos constatado que quizá seamos nosotros mismos los que no estemos convencidos de nuestras propias capacidades… Si esto es achacable a la falta de iniciativa asociativa, a la idiosincrasia del mundo del arte y de los artistas, a sus complejos o vanidades, sería sin duda un tema para otro escrito, pero lo cierto es que está todavía por ver y por valorar la verdadera proyección de esa incidencia.
Recientemente en el foro que organiza QUAM (http://www.h-aac.net/), el ejemplo de las dos últimas exposiciones sobre arte vasco organizadas por el museo Guggenheim de Bilbao, le servía a Santi Eraso para enfrentar dos formas diferentes de entender la circunstancia actual del arte y de su formulación expositiva. Por un lado la idea de un panorama artístico o de producción cultural entendido como un ecosistema, en el que cada una de las partes cumple una función imprescindible y en conexión horizontal con las demás (algo que otorgaba a las conclusiones cartográficas de Moraza), y por otro, aquella que adopta la visión de este panorama como un zoológico, estructurado jerárquicamente en elementos aislados (enjaulados) y espectacularizados. (Refiriéndose a la próxima exposición de Rosa Martínez). Santi Eraso repasaba esta idea a través de sus recientes conversaciones con diversos artistas, que le habían hecho reflexionar una vez más sobre el eterno conflicto ético que supone gestionar las relaciones con la institución y las constantes y crecientes contradicciones que ello plantea.
Todo este planteamiento introductorio tiene la intención de retomar algunas cuestiones que se han planteado aquí en Politikak, en los últimos meses, al hilo de la exposición “Incógnitas” y derivarlas hacia el ámbito de las políticas culturales que nos trae hasta la actualidad nuevos episodios que creemos merece la pena analizar.
Se trata más concretamente de la última “Convocatoria de subvenciones para el fomento y desarrollo de actividades en el área de Artes Plásticas y Visuales” que convoca el Gobierno Vasco, y de dar cuenta públicamente de los motivos que nos llevan a renunciar a esta ayuda.
El colectivo que ha llevado la gestión y dirección del espacio “Abisal”, ya dio cuenta en su día de las deficiencias que presentaba esta convocatoria y de los problemas que suponía aceptar esta situación para trabajar en condiciones cercanas al abismo de la desaparición. Algunos tuvimos la esperanza de que las distintas ponencias y encuentros que el Plan Vasco de la Cultura ponía en marcha se ocuparía responsablemente de esta situación, probablemente anecdótica para algunas instancias institucionales, pero vital para muchas iniciativas independientes, pequeños organismos de ese ecosistema del que hablábamos. Nada más lejos de nuestra intención que un ejercicio de sacrificio público o una acción “a lo bonzo” con este escrito, sino la obligación de retomar un debate ignorado desde arriba, silenciado desde abajo y sometido a una preocupante inercia en todos los ámbitos, que en nada sintoniza con las fórmulas de producción y difusión del hecho artístico actual.
Desde hace más de 13 años (Fundación Rodríguez) venimos trabajando en el ámbito del arte y la cultura como Asociación Cultural sin ánimo de lucro. Desde hace ya varios años hemos contado con la ayuda que proporciona esta convocatoria para la producción de distintos proyectos, de los que siempre hemos dado debida cuenta a la institución. Es justo por tanto reconocer el impulso que en momentos muy concretos hemos recibido por parte de esta convocatoria y la importancia que este apoyo ha tenido en nuestra trayectoria.
Pero por otro lado entendemos que es momento de valorar hasta qué punto este sistema de ayudas y subvenciones ha llegado a suponer para nosotros una carga difícil de llevar, convirtiéndose en la razón que finalmente nos ha llevado a replantear nuestro proyecto colectivo.
Ya en el año 2000 dábamos cuenta en una carta enviada al Gobierno Vasco de las dificultades que planteaba la aceptación de este tipo de ayudas, tanto en su justificación como en los plazos en los que se hacían efectivos los pagos y que obligaban (y siguen obligando) a adelantar presupuesto, trabajar instalados en la incertidumbre, etc…
Hace dos años trabajamos junto a Santiago Eraso, Franck Larcade y Lucía Onzain en la ponencia sobre Artes Plásticas del Plan Vasco de Cultura, un trabajo extenso y un análisis minucioso del que no hemos tenido hasta el momento más noticia que su revisión ad infinitum, y en el que ya advertíamos que la actualización de esta convocatoria se antojaba clave a la hora de incidir en las prácticas independientes que tienen lugar en el arte y en la cultura contemporánea de nuestro país.
Sin ánimo de caer en la crítica indiscriminada a veces observamos que el grado de tecnicismo espectacular en que se han convertido este tipo de consultas y “observatorios” sobre el arte y la cultura parece alejar aún más el verdadero objeto de análisis, perdiendo de vista las prioridades y las urgencias de un panorama que reclama a la institución cercanía, eficacia y soporte. Tal como decía precisamente Juan Luis Moraza en una entrevista recientemente publicada en Mugalari: “La situación de precariedad de los artistas coincide con una apoteosis pública de lo que se llama arte contemporáneo”.
Nos encontramos así en una difícil situación, en la que en primer lugar no encontramos una interlocución posible, un canal de conexión que atienda no solo a las solicitudes económicas sino a una implicación real en el diseño de las políticas culturales, toda vez que nuestros intentos de incidencia en este ámbito han sido ignorados. En segundo lugar entendemos que no podemos seguir criticando un sistema de ayudas para aceptar a continuación de una manera callada el dinero que reciben nuestros proyectos.
Mientras, seguimos encontrando una tremenda dificultad para articular proyectos independientes a través de la concatenación de distintas subvenciones, entre ellas la provenientes del Gobierno Vasco, que por su pesadez administrativa acaban por desmantelar económicamente nuestra precaria economía, que no es más que un escaso remanente que nos ha permitido hasta ahora adelantar nuestro dinero sin tener que recurrir, por suerte, a créditos bancarios. Vemos, como ya hemos dicho en varias ocasiones, que esta convocatoria lejos de ayudar provoca la asfixia económica de cualquier iniciativa independiente, que por definición será débil y precaria, pero que a día de hoy supone una buena parte del tejido creativo local, precisamente esa parte más activa y capaz de generar propuestas más contemporáneas, una actividad que alimenta a estadios más evolucionados técnica y estructuralmente del ecosistema creativo, para luego convertirse (allí donde el clima es distinto) en zoológicos y parques temáticos.
De este modo, en el motivo de esta renuncia se dan cita muchos factores: La asfixia económica, la imposibilidad de incidir en las políticas en las que se inscribe nuestro quehacer, la seguridad de que este modelo de funcionamiento está obsoleto y que no responde a las necesidades del ámbito de producción cultural real y, de fondo, nuestro compromiso con un fórmula asociativa, colectiva e independiente que es ya incompatible con esta suerte “lotería” en la que a veces pensamos que se han convertido estas ayudas.
Recientemente el crítico catalán Carles Guerra daba cuenta en el suplemento cultural de la Vanguardia “Culturas”, de un síntoma que parece apreciarse en el País Vasco desde la distancia: “…Ibon Aranberri (Eibar, 1969), un joven artista vasco, también está en Documenta. Aunque con él es más difícil esgrimir un titular de gancho, la importancia del hecho no es menor. Al contrario, tendría que ser un toque de atención a las políticas de promoción cultural en España. Este artista ha crecido al amparo de instituciones de serie B. Igual que en el cine, en el arte hay gente que se las apaña con poco. Y sin mellar la calidad. Mientras el Guggenheim de Bilbao captaba la atención de los focos y el grueso del presupuesto de cultura en el País Vasco, iniciativas como Arteleku o Consonni han desarrollado su labor en la sombra. Ibon Aranberri es producto de este tipo de instituciones especificas, flexibles y discretas. Una vez más podemos decir que monstruos como el Guggenheim no producen, sino que capitalizan esfuerzos previos y absorben la energía del entorno.
En cualquier caso, la inclusión de Ibon Aranberri en la Documenta coincide con una delicada crisis que afecta a Arteleku y Consonni, agentes clave de lo que ha ocurrido en el País Vasco durante los últimos años. Éxitos internacionales como el de Sergio Prego o Matthieu Laurette les deben mucho. Por no mencionar otros apoyos a la investigación, más difíciles de etiquetar pero igual de significativos. Resultaría chocante que en el momento que un artista como Ibon Aranberri llega a Documenta, todo el edificio que lo ha hecho posible se derrumbe. Cosa que puede ocurrir…”
Precisamente ahora la exposición que tiene lugar en el museo Guggenheim de Bilbo, comisariada por Juan Luis Moraza,”Incógnitas”, presenta de manera muy gráfica a través de sus cartografías la importancia que ciertos grupos, colectivos, iniciativas y asociaciones han tenido lugar en el desarrollo de toda una constelación creativa (de nombres más o menos grandes según el comisario pero también dependiendo del navegante), que constituye la verdadera circunstancia actual del arte en Euskalherria. Y son estos mismos mapas los que nos ponen en aviso de cómo muchas de estas iniciativas tienden a la extinción en los últimos años, lo que tendría que llevar a la reflexión a los responsables políticos de estas áreas.
Porque en el fondo, no es tanto una perspectiva ecológica la que se solicita, (cuestión que nos llevaría a confundir los términos al extender el símil hasta el ámbito de lo político, con los riesgos que ello conlleva), sino más bien a abordar una perspectiva que mantenga un equilibrio perfectamente adaptable a las circunstancias contextuales de nuestro tejido creativo.
Por todas estas razones y algunas otras que nos gustaría poder comentar directamente con artistas, críticos, escritores, técnicos culturales y políticos vamos a renunciar en esta ocasión a la “ayuda” concedida por el Gobierno Vasco en la presente convocatoria, y lo hacemos de manera crítica para no seguir perpetuando un sistema que nos parece poco adecuado, a pesar de que nos afecta de manera importante: en proyectos ya realizados y otras actividades programadas. Con la intención de abrir una vía de debate real con distintos agentes del ámbito cultural vasco que venga a ofrecer una perspectiva fiable de tejido creativo, de sus carencias y de sus verdaderas necesidades. Intentaremos una vez más que esta recogida de datos sea tenida en cuenta por los responsables culturales de las instituciones, porque entendemos que, cada vez más, estas cuestiones son (también) de nuestra responsabilidad.
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