El bochorno, lo bueno que tiene, es que calienta. Vaya golpe de efecto del presidente Camps y de la alcaldesa Barberà. El otro día Camps, a la espera de la justicia por supuesta corrupción, con trajes y coches de por medio, dijo que la oposición le quería ver muerto: «A usted le encantaría coger una camioneta y venirse de madrugada a mi casa y que, por la mañana, apareciese yo boca abajo en una cuneta». La política española no da para palabras que puedan describir tal desmesura, semejante desparpajo, en un Ferrari… Sí señor, qué tamaños… Qué razón tenía Roberto Alfa.
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