el d_efecto barroco: políticas de la imagen hispana

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Súperbarrocos

En 2007, entrevistamos al artista mexicano Luis Figueroa, co-fundador del grupo Apocalitzin. El mito hispano se basa en esa especie de casualidad que le da a las personas un aire desenfadado, auténtico y popular. Las prácticas marginales, fuente inagotable de escaseces, expresan a veces sus cuitas con abundancia de imágenes. Lo mismo ocurre en Tailandia, Japón, Nigeria o Estados Unidos. Pero en América Latina muchos lo llaman barroco. Figueroa define su obra como naca (hortera) y barrokitsch.

Para acompañar algunas de las imágenes de este video hemos recogido un fragmento de una entrevista de Joaquín Soler Serrano a Alejo Carpentier, en TVE, 1977. Carpentier simbolizó el esfuerzo de muchos intelectuales por actualizar el barroco en clave posmoderna, poniendo al día buena parte de la tradición esencialista.

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4 Responses

  1. sabel dice:

    Bueno, afirmar que Carpentier se limita a reproducir o actualizar una cierta ‘tradición esencialista’ en relación a lo barroco sería simplificar bastante el problema del discurso barroco en su obra. Y supondría tirar por la borda las potencialidades políticas y los aspectos más audaces, en relación a políticas de identidad, que atraviesan su producción literaria.
    Es poco productivo –y en cierto modo puede parecer paternalista– mencionar de pasada a Carpentier y dar a entender que su producción puede ser etiquetada sin más como síntoma de un determinado mito de la hispanidad difundido por y desde el Estado español. Lejos de conformarse con ese papel pasivo, el trabajo de Carpentier sigue poniendo en juego problemas, paradojas y ambigüedades que hay que someter a crítica, no invitar a suspender su análisis.
    Como con otros agentes culturales latinoamericanos, no es productivo plantear que Carpentier se limitó a recoger un cierto discurso colonial sobre lo barroco y hacerlo suyo. En su trabajo se re-negocia y problematiza la identificación con esa idea de lo barroco. La relación Carpentier-Bataille o su acercamiento a Haití seguro que aportan algunas claves al respecto.
    Doy por supuesto que estás al corriente de todo esto y que tu acercamiento a Carpentier no es tan plano como su inclusión en este clip de vídeo podría dar a pensar. Pero creo que es importante remarcar que Carpentier es uno de esos autores cuya relación con lo barroco es compleja, no meramente sintomática, y que debería seguir siendo investigada. Saludos.

  2. Jorge dice:

    Oido cocina, Isabel. Gracias por tu aporte.
    La pregunta que me hago frente a Carpentier es: ¿es capaz un estilo, por sí solo, de convocar una sociedad, de diferenciarla del resto? En su opinión, así es: él no habla de un estilo artístico sino de un estilo de vida: no sabe en donde acaba el barroco y en dónde comienza lo hispano. Carpentier fue verdaderamente lejos, hasta admitir, ya sin recato, que para hablar de la realidad (latinoamericana) sólo se puede hablar en barroco: “La descripción es ineludible, y la descripción de un mundo barroco ha de ser necesariamente barroca, es decir el qué y el cómo en este caso se compaginan ante una realidad barroca […] Barrocos fuimos siempre y barrocos tenemos que seguirlo siendo, por una razón muy sencilla: que para definir, pintar, determinar un mundo nuevo, árboles desconocidos, vegetaciones increíbles, ríos inmensos, siempre se es barroco”. Un lenguaje natural para una sociedad excepcional.
    Alejo Carpentier, junto a José Lezama Lima, Nicolás Guillén, Carlos Fuentes (e incluso Octavio Paz, en algún momento tardío), aucidrán al barroco como estilo ontológico americano. Carpentier dictamina que “el legítimo estilo del novelista latinoamericano actual es el barroco”. Su intención, es importante tenerlo presente, es americanizar el sustrato europeo del surrealismo. Lezama Lima refunda el barroco como el arte de la contraconquista, como la estética que debía desmantelar la cultura hispánica. El barroco americano debía ser arma contracultural, dada la permeabilidad del estilo, que siempre había demostrado cómo las orientaciones europeas quedaban superadas por la reapropiación que de ellas hacían las capas populares americanas. Se trataba de devolver la pelota, es cierto: “el barroco americano es un fuego originario que rompe los fragmentos y los unifica en un conjunto de formas de vida”.
    Pero, al mismo tiempo, el realismo mágico consiste en interpretar a América Latina a través fundamentalmente de las bellas artes y como forma de acotar la identidad. El resultado es desastroso porque se llega a pensar la realidad de América no por medio de los hechos reales, sino a través de un sistema de imágenes fantásticas e irracionales.
    Carpentier, como Lezama Lima o Nicolás Guillén emprenderán su singladura probarroca con la intención paralela de quitar las interpretaciones negativas que del estilo tenían las autoridades cubanas, en especial las recién salidas de la Revolución, que lo asociaban a lo colonial. El impacto del pensamiento de estos literatos será grande en su tiempo y dejará una huella profunda en las décadas siguientes entre aquellos que han perseguido la construcción, destrucción o reconstrucción de la identificación entre mundo latino y barroco, siempre en la órbita moderna. Carpentier, a través de elucubraciones no poco embrolladas, recuperará las tesis del mexicano Dr. Atl de los años 1920, quien afirmaba la necesidad de proponer un ultrabarroco como fuente de inspiración latinoamericana: “El ultra-barroco no es ni el producto híbrido de la mezcla de productos europeos, ni constituye tampoco un signo de decadencia. Esta arquitectura es un estilo nuevo que expone vigorosamente las torturas del espíritu, la fe bárbara, los deseos de emancipación, la fuerza creadora y el sentimiento artístico de un pueblo en formación.»
    Esa elección del barroco como estilo propio permitió pronto la apropiación de la construcción del surrealismo para convertirlo en una característica esencial de América Latina. Recordemos las manifestaciones de Breton y Artaud sobre México: “Le Mexique c’est le Surrealisme”, retomando así la crítica de la racionalidad para convertirlo en un argumento de identidad formalista.
    Surrealismo, barroco, contramodernidad, popular, autenticidad, nación. En la ecuación resultante de poner todos esos términos a trabajar en una misma dirección, muchos hallarán la solución para interpretar el objeto del deseo hispano, para legitimar una cultura que dice ver en lo naturalmente bizarro y extravagante las señas de identidad, cuando otros muchos dicen sólo detectar el secuestro institucional de la expresión de los que no tienen voz oficial.

  3. sabel dice:

    Las dudas y cuestiones que planteas en el post serían, precisamente, la razón por la que merece la pena seguir a vueltas con Carpentier.
    Y en particular el problema de la institución de un «estilo ontológico americano», cuya genealogía hay que seguir deshilando. Gracias por tu respuesta, que pone nuevas preguntas sobre la mesa. Respecto a si «un estilo es capaz de convocar a una sociedad», para bien y para mal esperemos que sí. Porque ahí estaría en buena parte el «poder del arte» y su capacidad de operar, si la tiene. Y ese sería uno de los principales motivos por el cual merece la pena analizar la gestación del dispositivo formal barroco. (¿Si el estilo no tuviese capacidad de operar sobre la comunidad, para qué íbamos a prestarle tanta atención y a preguntarnos por sus condiciones históricas?)
    Respecto a la entrevista con Soler Serrano, quizá lo mas interesante no sea lo que nos dice sobre Carpentier, sino lo que nos dice sobre el entrevistador, su público, el programa de televisión, las instituciones (españolas) que lo sustentan y el espacio ideológico en el que se inscribe. Vaya, que lo que me parece fundamental de la entrevista es cómo apunta, no ya al trabajo de Carpentier, sino a su recepción: es decir, a esa América barroca como «objeto de deseo hispano» que mencionabas en tu post.
    Respecto a Carpentier como tal, aunque no conozco demasiado bien su obra, me parece que su idea de «ultra-barroco» tiene quizá más potencial del que se le ha venido otorgando. Por más que sea problemática. Pienso por ejemplo –salto geográfico arriesgado, ya lo sé– en como Marina Grznic o Slavoj Zizek han tratado la cuestión de la «sobre-identificación» en la Europa del Este post-soviética, refiriéndose por ejemplo al colectivo de artistas visuales IRWIN o al grupo de música (¿industrial?) Laibach. [Por ejemplo aquí ]
    El argumento de Grznic/Zizek vendría a ser que esa «identificación excesiva», de hecho, más que reafirmar el dispositivo estético-ideológico sobre el que se asienta tiende a ponerlo en crisis de un modo mucho más efectivo que las estrategias ‘irónicas’ del posmodernismo occidental. Me pregunto si ese no sería un camino posible para acercarnos también al «ultra-barroco» de Carpentier.
    Saludos
    PS: Por cierto, no soy Isabel sino Sabel. El mismo de la breve polémica con FPH en tu blog.

  4. Jorge dice:

    Hola de nuevo, Sabel (perdona por lo del nombre). Planteamos læs dæs muchas cuestiones de gran enjundia que son imposibles de tratar aquí con algo de esmero. Seguro que estás de acuerdo conmigo. Sólo a modo de seguimiento de algunas cosas que comentas en el último comentario:
    1-Estoy totalmente de acuerdo contigo que tendemos todæs en general a considerar que el arte no tiene efectos sobre la sociedad, cuando cada día hay mil ejemplos de lo contrario; de cómo las imágenes articulan nuestra imaginarios, no estéticos, que ya es lo normal, sino los políticos, los sociales, los relacionados con la memoria histórica o con la identidad. Y desde luego, entre las muchas funciones que las imágenes que tienen, están las artísticas, con una enorme impronta cotidiana. Pero cuando hablo de estilo, mejor dicho, cuando identifico como estilo a lo que se refiere Carpentier y otros, me refiero a la búsqueda de una horma «mítica» que condicione de forma definitiva las comprensiones de la imagen, sobre todo en clave identitaria. En eso, discrepo contigo: un estilo no es el poder del arte: es el poder de una política cultural sistémica que persigue algo (y dejo de lado, en mor a centrarnos en este detalle que toda obra de arte es política artística en sí misma).
    2- Del todo de acuerdo contigo que la entrevista de Soler Serrano dice tanto de Carpentier como del propio entrevistador. Veo que has visto que hemos dejado las palabras de SS, porque no tienen desperdicio: prácticamente le ha decir a Carpentier lo que él ya espera con ánsia.
    3- No puedo comentar con garantías lo de la «identificación excesiva» del mundo postsoviético, dado que aún conociendo a Zizek, no conozco este debate. Sólo apuntar que Carpentier creía firmemente que potenciando el barroco hasta su locura se llegaría a la liberación posmoderna, poscolonial; que rompería las ataduras de las exigencias racionalistas: o sea, ya que los latinos o hispanos son premodernos, entonces, eso llevado hasta sus últimas consecuencias, conduce a ser perfectamente posmodernos. Sarduy sí lo sostenía desde la ironía, pero tengo más dudas por la parte de Carpentier: creo que, en el fondo (uy que aquí me matarán), utilizaba el barroco como una forma de tira y afloja con el castrismo y también con el propio franquismo.
    Y gracias de nuevo por el feedback

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Acerca de este blog

El d_efecto barroco. Políticas de la imagen hispana: un proyecto de investigación sobre el mito barroco en el relato de lo hispano, iniciado en 2004
Exposición y catálogo/DVD en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), 2010-2011; Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, Ecuador, 2011-2012
La memoria administrada. El barroco y lo hispano, Katz, 2011

Coordinación general: Jorge Luis Marzo y Tere Badia

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