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31 de agosto de 2012 • 11:18 AM 0
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10 de junio de 2012 • 12:32 PM 0
Magnífico, necesario y oportuno trabajo de Esther Gabara, de la Universidad de Duke (Carolina del Norte, EE.UU.), titulado «El triángulo museológico de las Bermudas: El Prado, el Museo de América y el Museo Nacional de Antropología». Un análisis riguroso y atrevido sobre la colonialidad del discurso museográfico español.
Bajar aquí pdf.
Introducción:
«El triángulo museológico de las Bermudas se refiere al espacio mágico entre tres museos madrileños—El Prado, el Museo de América y el Museo Nacional de Antropología—en el cual desaparece la colonialidad de la sociedad española. Como veremos, este “truco de prestidigitación”—para citar a Alejo Carpentier sobre el surrealismo europeo en contraste con lo real maravilloso americano—simultáneamente hace desaparecer la colonialidad mientras se aprovecha de los bienes económicos, culturales y artísticos del sistema colonial. Herramienta del sistema moderno/colonial que comenzó con la conquista de los territorios americanos y sigue hoy en día, esta magia cruel opera tanto en los hábitos de la vida contemporánea como en las exposiciones museográficas, tanto en el discurso histórico como el creciente mercado de arte contemporáneo latinoamericano en España. Para ponerlo sencillamente, este proyecto de investigación e intervención propone examinar las maniobras discursivas que han hecho posible que los españoles gocen diariamente del chocolate (maya) con sus churros, y las patatas (no las papas andinas) en su tortilla (de huevo, no de maíz), sin saborear la amargura americana que es su ingrediente básico. No es por casualidad que, a diferencia de los nahuas, los castellanos toman su chocolate con mucho azúcar, el otro gran producto del sistema moderno/colonial y la esclavitud en el Caribe. La mezcla de estos dos productos es la fusión de la explotación de la labor esforzada de seres humanos esclavizados en las haciendas a la explotación de la cultura y los recursos naturales americanos. La oscuridad de este triángulo, nombrado con humor amargo por el espacio caribeño mítico donde desaparecen barcos y aviones, me hizo iniciar una peregrinación en busca del arte latinoamericano en las tres instituciones.» (Esther Gabara)
Una vista del Museo Antropológico de Madrid.
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18 de mayo de 2012 • 1:01 PM 0
Artículo de Adrián Garzón Ximénez (pdf) sobre La memoria administrada. El barroco y lo hispano. Publicado en La Torre del Virrey. Revista de Estudios Culturales, 2012.
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30 de marzo de 2012 • 1:55 PM 0
“La cultura, como peculiar concepción de la vida y de su organización, está integrada por subculturas que no son simples particularizaciones de lo general, sino, en parte al menos, fuentes posibles de disenso. Las ideas, creencias, valores, costumbres –con mayor o menos posibilidad de evolución y condicionadas por una historia y una geografía- comportan rasgos materiales y espirituales y modelan la conducta colectiva, las técnicas, los instrumentos de trabajo y la creatividad. La lengua no es sólo un útil de comunicación cotidiana, sino un resultado y un instrumento para penetrar en la cultura, la subcultura y la contracultura, entendidas desde esta perspectiva. Lo que Golfin llama ‘sistema imperial’ equivale a la integración respetuosa de las subintegraciones de las subculturas”.
José Manuel González Páramo, “Una estrategia para el consenso”, en Manuel Fraga Iribarne (ed), La España de los años 70 (El estado y la política), vol. 3, Moneda y Cambio, Madrid, 1974, p. 840
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25 de marzo de 2012 • 9:12 PM 0
Daniela Ortiz, sobre las semblanzas entre las leyes de indias y algunas de la actual legislación española.
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25 de marzo de 2012 • 8:44 PM 0
Apartemos el abierto desdén del diario El País al PRD y atendamos algunas expresiones del candidato a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador en esta entrevista publicada el 24 de marzo de 2012.
Lo que revelan es una actualización del d_efecto cultural, o para ser más precisos, culturalista. La cultura como el pegamento desconflictuador, el tornillo que mantiene entera la máquina.
«Un proyecto de transformación como el nuestro requiere auspiciar una nueva corriente de pensamiento, a partir de que se interiorice la idea de que solo siendo buenos, podemos ser felices»; «El pueblo de México es bueno, noble, posee una cultura milenaria… Y gracias a eso se retrasó el actual estallido de odio y de resentimiento».
De la misma forma que el pensamiento culturalista español creó, también en la Transición, la idea de que la cultura era la salvaguarda de la cohesión nacional por encima de la social, de la economía o de la política, ámbitos siempre conflictivos, AMLO sostiene que gracias a la identidad cultural se pudo contener la rabia, algo que, a todas luces es erróneo, porque hace ya siglos que empezó. La cultura, por consiguiente, representa la reunión, desactiva agravios y conlleva bienestar. La cultura ha estado por encima de los vaivenes sociopolíticos. Se hiperinfla la cultura para camuflar los avatares de la realidad. Es lo que llamaríamos el d_efecto cultural.
Por cierto, impagables las palabras del perredista acerca de un referendum sobre la familia homosexual.
«P. ¿El matrimonio homosexual es una familia?
R. Son familias en la concepción moderna, soy respetuoso y no quiero meterme en eso.
P. ¿Lo aprobaría?
R. Le consultaría al pueblo. Yo, para no equivocarme voy a preguntar siempre.
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11 de febrero de 2012 • 6:07 PM 0
El cartel mexicano de Los Caballeros Templarios ha advertido a sus carteles enemigos que «no piensen en acercarse y menos generar violencia justo en estas fechas que viene Su Santidad Benedicto XVI. Quedan advertidos, entrometidos». Esta nota responde así a la llamada del arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, del pasado 22 de enero, al crimen organizado a una tregua durante la visita del Papa. «A los que hacen el mal, si de alguna manera llega mi palabra hasta ellos, decirles que tomen en cuenta que el tiempo que vamos a vivir, que es tiempo de paz y gracia», dijo el prelado. Benedicto XVI estará en México entre el 23 y 26 de marzo. Ver noticia completa.
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22 de diciembre de 2011 • 11:41 PM 0
También Forges reprodujo, como suyo, el tono ecuménico del relato oficial de la conquista americana, en una página de su «Historia de aquí», publicada en 1980 (cap. 26, dedicado al tema).
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4 de diciembre de 2011 • 8:00 AM 0
Colgado en las oficinas de la administración cultural del Ayuntamiento de Quito, Ecuador.
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30 de noviembre de 2011 • 6:35 PM 0
El Siglo de Oro como lugar de la memoria
por Evangelina Rodríguez Cuadros, Blog Theatrica
Hanno Ehrlicher y Stefan Schreckenberg (eds.), El Siglo de Oro en la España contemporánea, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Verbuert, 2011. 326 pp.
Desde una perspectiva fundamentada en la producción literaria, teatral y audiovisual del siglo XX y la primera década del XXI, el libro coordinado por Ehrlicher y Schreckenberger supone un ajustado estado de la cuestión sobre la pertinencia contemporánea de los clásicos del Siglo de Oro. Tras una relativista posmodernidad, el crítico cambio de siglo auspicia de nuevo una reflexión ilustrada, más serena y menos a la defensiva, sobre el debate que suscitó —tanto en el ámbito de la cultural como el de la ciencia— Nicolás Masson de Morvilliers cuando en la Nouvelle Encyclopédie méthodique, editada en 1782, lanzó la célebre y provocativa interrogación: “Chacun médite des conquêtes qu’il doit partager avec les autres nations; chacun d’eux, jusqu’ici, a fait quelque découvert utile, qui a tourné au profit de l’humanité! Mais que doit on à l’Espagne? Et depuis deux siècles, depuis quatre, depuis six, q’a-t-elle fair pour l’Europe?”. La previsible y acomplejada respuesta (“rien”, nada) provocaría una desmedida y miope reivindicación de lo propio que abonó la respuesta de ilustrados españoles (Juan Francisco Masdeu o Juan Pablo Forner) pero que también envenenó la posterior unanimidad integrista de defensa del “Siglo de Oro” que consolidó una literatura y, sobre todo, un teatro “nacional” exclusivo y aislacionista en el canon gestionado por el romanticismo decimonónico. La hispanística actual —tanto propia como foránea— mantienen, sin embargo, el marbete Siglo(s) de Oro (un concepto acuñado a expensas de y no por esos mismos clásicos) para el estudio del periodo, pese a su supuesta “falta de neutralidad” (como se señala en la Introducción). Digamos, de entrada, si no manifestaría igual carencia “de neutralidad” el término “Edad de Plata” con el que se sintetiza el esfuerzo regeneracionista de las llamadas “Generación del 27” y “Generación del 98” —ambas implicadas asimismo en el compromiso crítico con los clásicos—. Tal vez el de “Siglo de Oro” chirríe más por su protocolización idealista en nuestro siglo que deberíamos, como mucho, llamar de “Hierro” o de “Barro”, instalado en una crisis de ideas y sentimientos en la que, sin embargo, seguimos mitificando lo nacional aunque sea en identidades fragmentarias como el deporte (“la Roja” ganó el Campeonato Europeo o Mundial de fútbol) o en mitos locales como Fuenteovejuna o El Alcalde de Zalamea (que reviven anualmente en representaciones populares). La identidad nacional española del siglo XX, al menos por lo que a aquél se refiere, proviene así de una contradictoria negociación entre un “ilustrado clasicismo” anticlásico y un sentimiento reivindicador que prescinde de la decadencia política o científica para extraer valores canónicos de una cultura que, en su día, y nadie puede negarlo, fue brillante vanguardia. Sí, se trata de una “tradición inventada”, puede que producto de la “edad de los extremos” que es como califica Eric Hobsbawn el siglo XX. Y es posible que en ese fervor por recuperarla como ingrediente de identidad y de “musculación ideológica” hayan coincidido políticas autoritarias y dictatoriales y políticas democráticas en su necesidad de integrarse en la normalización cultural europea (son útiles, en este sentido, algunas de las reflexiones —no todas— de Jorge Luis Marzo en La memoria administrada. El barroco y lo hispano [Buenos Aires, Katz Editores, 2010]). Pero no hay duda que si ciertas épocas (el franquismo, como recogen muy bien algunos trabajos reunidos en el libro) usaron tal revisión de los clásicos en un sentido más “monumental” y “anticuario” que “crítico” —por recordar las concepciones de Nietzche en De la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida en 1874—, el conjunto de este volumen, expresión de una renovada manera de asumir nuestro patrimonio clásico tanto por estudiosos extranjeros como españoles, ofrece una inteligente perspectiva “crítica” para analizar lo mucho que de brillante “monumentalidad” tiene todavía el siglo de los clásicos por excelencia en la historia española.
Por eso, los estudios que incluye plantean el “extrañamiento” del Siglo de Oro en una España cada vez menos sujeta a la idolatría de unos clásicos impuestos por la actitud positivista o erudita, pues no hay regla más determinante para juzgarlos que examinar si están de acuerdo o no con nuestra manera de ver y de sentir la realidad. Su vitalidad depende de nuestra vitalidad. Su olvido de nuestra incapacidad por personarnos en su plausible o incómoda contemporaneidad, pese a los esfuerzos contrarios que han suministrado, cada una a su manera, tanto la visión positivista y trascendentalista del “only the text can” que defendió la crítica anglosajona como la de los actuales estudios culturales o postcoloniales. Los procesos de reinterpretación del Siglo de Oro en la memoria cultural española (o en sus varios “lugares de la memoria” como ha teorizado Pierre Nora) han estado presentes siempre que se ha indagado en la construcción de nuestra moderna identidad colectiva: en la memoria de sus textos, imágenes, rituales o representaciones en su sentido más amplio. Esta construcción es visitada por Aurora Egido (pp. 23-51) desde el punto de vista de la nueva “invención del Barroco” y la canonización de figuras como Luis de Góngora y Baltasar Gracián en el laboratorio de las revistas académicas que, entre 1914 y 1930, arrojan interesante luz sobre el entrelazado de las estimaciones literarias y la periodización de una época que marcaron tanto su tiempo como seguramente la posteridad. Se ocupa minuciosamente de los contenidos y reseñas bibliográficas de la Revista de Filología Española (1914-) que pasaría desde el dominio medieval a una atención creciente hacia los siglos posteriores y, merced a excepcionales hispanistas como Alfonso Reyes, hacia Góngora —convergiendo así con revistas europeas como la Revue Hispanique y el Bulletin Hispanique—; lo que alcanzaría su cénit, como era de esperar, en el año “centurial” de 1927 con los estudios y reseñas de grandes estilistas como Gerardo Diego, Dámaso Alonso o José Mª Cossío. La revista sería el cauce por el que las ideas de Américo Castro o José Fernández Montesinos irían tomando posesión de la problemática producción de Cervantes o del propio Lope —que supera así el “monocultivo” calderoniano” suscitado desde su centenario de 1881—. A esta perspectiva filológica y poética la Revista de Occidente, fundada por José Ortega y Gasset en 1923, añadiría una visión más transversal respecto a lo europeo: los clásicos españoles (Góngora, Lope, Quevedo, Gracián) entrecruzan su producción con el análisis de la visión artística que aportan al análisis del Barroco las ideas de Wölfflin, explicando el estilo de estos autores como una evolución de su propia formación clásica ejercida en un sentido inverso, sin dejar por ello de vislumbrar el trascendente legado de la imponente literatura mística (que mostró en la revista Pedro Sáinz Rodríguez). El deambular por los clásicos de los siglos XVI y XVII caracterizará asimismo el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo (1921-) y, por supuesto, el Boletín de la Real Academias Española (1914-) que tendría un papel fundamental en la renovación metodológica y crítica de los estudios literarios
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El d_efecto barroco. Políticas de la imagen hispana: un proyecto de investigación sobre el mito barroco en el relato de lo hispano, iniciado en 2004
Exposición y catálogo/DVD en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), 2010-2011; Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, Ecuador, 2011-2012
La memoria administrada. El barroco y lo hispano, Katz, 2011
Coordinación general: Jorge Luis Marzo y Tere Badia