Desde la reunificación, se están produciendo unos preocupantes movimientos ideológicos, políticos y culturales en Alemania que afectan seriamente una memoria crítica de la historia del país, mediante un intento de volver a poner en la mesa una lectura nacionalista trasnochada, profundamente prusiana -en el peor sentido histórico del término- y heredera de las más rancias y peligrosas lecturas culturales de la historia germana. Porque la cultura es precisamente el vehículo que se blande para conseguir el objetivo, que no es otro que recuperar solemnemente el espíritu imperialista alemán a través de la excusa de la «reconciliación» tras el fin de la Guerra Fría. Reconciliación entre países, pero sobre todo reconciliación nacional con el pasado. La cultura, por tanto, como marca nacional de Alemania, es la herramienta apropiada para reconstruir un cierto sentido de ciudadanía. Ya hemos visto en otro lugar como esa idea ficticia de ciudadanía ha movido los hilos de muchas de las políticas culturales que conocemos.
El tema que en concreto nos ocupa es la campaña de reconstrucción del Berliner Schloss (Palacio Berlinés) y su reconversión en el Humboldt Forum, en homenaje al naturalista y geógrafo alemán Alexander von Humboldt, quien exploró tierras americanas a principios del siglo XIX, trayendo consigo vastas informaciones sobre el mundo natural y cultural americano. La idea es convertir el palacio en un gran museo que reúna gran parte de las colecciones etnográficas y antropológicas alemanas dispersas hoy en otros centros.
Es difícil encontrar actualmente en el mundo un ejercicio semejante de etnocentrismo decimonónico, actualizado en nombre de la globalización y de un nacionalismo «ecuménico», que pretende dar a entender un nuevo orden de cosas tras la Guerra Fría, que no es otro que el mismo orden previo a ésta. Se trata de la «reconciliación» entre países (sobre todo, dentro de la misma Alemania); un «nuevo» sistema de relaciones globales basado en el germen de la ilustración europea del siglo XVIII, ahora supuestamente adoptado a escala universal.
Para ir abriendo boca, las autoridades han abierto una exposición en el Altes Museum, en la que se despliegan algunos de los contenidos que habría en el nuevo museo. La muestra despliega un concepto museográfico como si la museografía se hubiera detenido a principios del siglo XIX y las ciencias sociales no hubieran evolucionado en absoluto: sociedades y objetos, personas y animales se colocan todas en un mismo plano taxonómico, taxidérmico y naturalista al servicio del ideal categorizador de una sociedad -la alemana- intérprete del mundo y de sus significados. Sólo falta el «Negro de Banyoles».
Algunas imágenes lo dicen todo:
Humboldt se muestra como el padre popular y fundador de las ciencias en América Latina. Paternalismo y exotización van de la mano.
Todo el globo está conectado directamente a Berlín mediante cordones umbilicales. El mundo existe gracias a que Alemania es capaz de interpretarlo «adecuadamente».
Rituales, lugares y objetos son considerados de la misma manera: listas catalogables.
Algunas de las citas escogidas en los plafones de la muestra no pueden esconder el profundo carácter etnocéntrico de la mirada propuesta. El lenguaje, además, transporta a ciénagas posrománticas alemanas, llenas de cadáveres.
Al final de la muestra, se exhibe, por el contrario, la aportación de la cultura alemana al mundo: ciencia, progreso, técnica, modernidad.
Paralelamente, se ha abierto un punto de información para atraer a los ciudadanos berlineses, alemanes y a los turistas, a fin de que colaboren en el proyecto mediante donaciones y participaciones de todo tipo, comprometiendo a la ciudadanía en el esfuerzo «nacional» de reconstrucción de la «comunidad».
Los donantes pueden ejercer su participacion adquiriendo restos o copias de restos de la antigua arquitectura del lugar. Los ejemplos, en fin… lo dicen todo por sí mismos.
Ciertamente es difícil no tener presente otras imágenes de maquetas urbanas de Berlín, de especial devoción nazi:
La batería promocional y propagandística no acaba ahí. Se han editado webs, periódicos y panfletos que, sin lecturas demasiado atentas, ya dan una idea de quien está detrás y de lo que se persigue. Quizás esto es especialmente sorprendente, que no se esconden en absoluto, que no hay sutileza alguna. Las siguientes imágenes están extraídas del periódico The Berliner Schloss Post, con dos versiones en inglés y alemán, editado para la ocasión.
En la portada, el presidente federal alemán exclama su alegría.
El mundo, en el centro de Berlín. Humboldt nos mira a la cara, mientras un lugareño, en pose sumisa, le entrega un objeto. Alemania, Europa, se convierten en el «demiurgo», en el eslabón sustancial en la cadena de valor entre Naturaleza (los otros) y Civilización (Kultur), entre el pasado (colonialismo) y «nosotros», la modernidad, el espectador.
Los productos culturales de los «otros» son simples manifestaciones eróticas y exóticas -como reza el pie de foto-, mientras las obras de las paredes son verdaderas pinturas.
Comentarios de VIPs: arquitectos, políticos, artistas, incluso Goethe, renacido entre los muertos opina sobre el tema, sólo que con una frase verdaderamente reveladora, cuya presencia únicamente puede explicarse por el entusiasmo que los organizadores ponen: «De las mentiras y la imaginación el arquitecto crea un tercer elemento que nos encanta».
Sí, sí, Henry Kissinger en persona.
La reconciliación és la llama que guía el proyecto. La reconciliación del pasado oscuro de Alemania, se entiende:
«Soy judío y me gustaría hacer algo hacia la reconciliación».
Al ciudadano se le pide que «muestre su espíritu público» con las donaciones. De alguna manera, todo esto ya nos debe sonar a los que vivimos el Forum de las Culturas de Barcelona en 2004: «Paz, tolerancia y sostenibilidad». ¿Quién podía estar en contra de semejantes argumentos? Los críticos del Forum, que argumentaban que todo era una operación inmobiliaria y de marca, eran aquellos que no querían adherirse a esas premisas, que no eran «buenos ciudadanos».
Afortunadamente, han aparecido algunos colectivos berlineses que se oponen frontalmente a esta monstruosidad cultural y política. Entre ellos, un nutrido grupo de creadores de la ciudad ha organizado el AntiForum Humboldt, desplegando toda una serie de actividades, tanto de denúncia como de reflexión, con el objetivo de paralizar la operación.
Los días 11 y 12 de julio reunieron un gran número de personas en el Sophie Theater de Berlin y en la Humboldt Universitat. En estas jornadas, se expusieron las razones críticas de la denúncia del proyecto, así como una serie de reflexiones sobre las diversas estrategias de «Nation-branding» desarrolladas en otros contextos, como Rúsia, Reino Unido, China, Bolivia o España.
En breve, se producirán otros encuentros para tratar temas como las exposiciones poscoloniales o el concepto de restitución cultural.
Para seguir estas actividades, consultar la web de la plataforma:
http://www.humboldtforum.info/
Filed under: políticas de la imagen, Berlin, Berliner Schloss, Humboldt Forum, nation-branding