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Nuevo Plan Estratégico de Wert: La cultura al servicio del “España no va tan mal”

Nuevo Plan Estratégico de Wert: La cultura al servicio del “España no va tan mal”.

Por Jaron Rowan. Fuente: Madrilonia.org

Son tantos los recortes y tijeretazos al Estado de bienestar que otros planes o medidas de carácter estructural pasan desapercibidos pese a las importantes repercusiones que tendrán a medio y largo plazo. Desde el Ministerio de Cultura se ha decidido aprovechar la actual coyuntura de austeridad y dar un golpe de timón en lo que se refiere a las políticas culturales para el Estado español en los años venideros, presentando el Plan Estratégico General 2012-2015.

El plan, que no pierde el tiempo en justificar con retóricas vacuas ni discursos sus objetivos, está dividido en cinco grandes bloques que, una vez analizados con detalle, se convierten en dos líneas estratégicas que recorren y vertebran la mayoría de las políticas que se pretende impulsar: primero, el uso de la cultura como mecanismo para promover la denominada marca ESPAÑA y, en segundo lugar, el fomento de las industrias culturales y su crecimiento como sector productivo. De forma paralela y de forma ligeramente más subrepticia, se encuentra un plan de recortes y privatizaciones de las principales instituciones culturales, camuflado bajo un pretendida racionalización de la gestión de las mismas a la que llaman “promover un uso eficiente y racional de los recursos culturales”.

En este sentido, este nuevo plan estratégico recupera lo peor del modelo reaccionario de cultura desarrollado durante el franquismo en el Estado español (basado, como ha explicado de forma prístina Jorge Luis Marzo, en la promoción de la cultura española en el exterior en detrimento de reforzar la creación a nivel nacional y local), sumándole los discursos más liberales que sitúan la cultura como un posible motor de crecimiento económico una vez ésta se haya independizado del abrazo paternalista del Estado. Esto es, la acción cultural se encamina a la producción de una identidad fuerte de cara al exterior, mientras que en el interior se deja la acción cultural en manos del sector privado.

Lo que más llama la atención es el rol que se le otorga a la producción cultural nacional como generadora y promotora de la “marca ESPAÑA”, una campaña mediática destinada a comunicar al resto del mundo que, pese a las descomunales tasas de paro que padece el Estado, los alarmantes niveles de corrupción y la destrucción sistemática de servicios básicos como la sanidad o la educación, ESPAÑA es un lugar moderno, creativo y culturalmente solvente. De esta forma y sin disimular sus objetivos se afirma que “la cultura debe consolidarse en los próximos años como un elemento esencial de la proyección exterior de la marca ESPAÑA”. La razón que se argumenta tampoco da pie a ambigüedades: “la imagen óptima de lo que somos puede constituir un elemento decisivo para ganar la confianza que tanto necesitamos. De ahí la importancia del objetivo relativo al impulso de la cultura como elemento esencial de proyección exterior de la marca ESPAÑA”. Es por ello que uno de los objetivos que se marca el plan para los próximos años es trabajar en la “mejora del valor intangible de la marca ESPAÑA a través de la coordinación de las empresas y entidades sin fines de lucro que integran el sector cultural”.

La potenciación de la marca ESPAÑA parece cumplir con dos objetivos claros: darle trabajo a las ruinosas industrias culturales que se están viendo fustigadas por la actual crisis económica y, con ello, mejorar la percepción internacional de la identidad nacional. Sin duda no es la primera vez que se utiliza la cultura como un recurso y elemento de propaganda internacional: ya se sabe que EEUU promocionó el informalismo abstracto para utilizarlo en el entorno diplomático como moneda de cambio para disimular sus estrategias comerciales, Francia desarrolló una red de liceos y escuelas de francés en Argelia para minimizar el daño causado por la colonización del país e incluso durante el franquismo se utilizó la “vanguardia artística” y ciertas escuelas de cine para afianzar una imagen de Estado moderno en el exterior, ganando premios en exposiciones y bienales internacionales y ocultando de esta manera la censura y ataques realizados al arte que sí presentaba denuncias políticas explícitas. Pese a ello, nunca se había realizado sin tapujos y a plena luz del día.

El Ministerio de Cultura no ahonda en qué incluye exactamente la marca ESPAÑA, pero sí nos da una idea de algunos de los valores que aparentemente defiende: “una marca cultural de contemporaneidad, pluralidad y creatividad del sector cultural actual, deudora de un diverso acervo histórico-artístico”. En este objetivo el cine parece ser un gran aliado puesto que también establecen entre sus objetivos “asegurar que las muestras de cine español en el exterior sirven para dar visibilidad y son un instrumento útil para promover la marca ESPAÑA”. Obviamente no se explicita qué cine es el que encarna y promueve esta marca, pero podemos intuirlo: cualquiera que no muestre la cruda realidad. Las instituciones culturales también se van a poner al servicio de la promoción de la identidad ESPAÑA y por tanto consideran necesario “situar a museos y archivos como instituciones relevantes para la promoción del turismo cultural” a la par que someten a las principales instituciones culturales a planes de “racionalización” y los instigan a “diseñar planes de sostenibilidad”. Es decir, instituciones culturales con presupuestos mermados y con el imperativo de mostrarles a los visitantes que España va bien.

Por último aparece en el documento una de las preocupaciones recurrentes de los últimos Ministerios de Cultura, muy presente en el imaginario de los lobbies y grupos de presión empresariales: la lucha contra lo que denominan “piratería”. Por ello se ponen como objetivo el “Avance en la lucha contra las nuevas formas de vulneración de los derechos de propiedad intelectual en Internet”. Siguiendo la desastrosa vía abierta con la puesta en marcha de la Ley Sinde-Wert, intentan paliar su ineficacia fijándose como “objetivo específico fortalecer legalmente la vía jurisdiccional como un cauce ágil para la defensa de la propiedad intelectual, y reforzar los medios y las posibilidades de actuación de la Sección Segunda de la Comisión de Propiedad Intelectual”.

En definitiva, nos encontramos frente a un plan estratégico reaccionario, que no aporta soluciones ni es capaz de entender o siquiera escuchar el malestar que abunda en la sociedad en estos momentos. Someter a la cultura a ejercer un papel propagandístico y de promoción de una marca falaz y vacía no es sólo una sentencia de muerte para las próximas generaciones de productores/as culturales, sino que unicamente puede servir para despertar prácticas y fantasmas que casi habíamos olvidado. Wert y Lasalle hacen lo posible por despertar la caverna de la cultura nacional, explicándoles a los países que quieran escuchar que ESPAÑA es un lugar moderno, creativo, fashion y cool. Por suerte las marcas no son entes cerrados ni sus mensajes inamovibles, y en este caso hay un elemento muy poderoso que puede poner en crisis los contenidos de la marca ESPAÑA: la realidad.

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